lunes, 10 de junio de 2013

LA PUTA DE BABILONIA. (Cap.I)  
Título original LA PUTA DE BABILONIA de Fernando Vallejo.
A mediados de 1209 y al mando de un ejército de asesinos el legado papal Arnoldo Amalrico le puso sitio a Beziers, baluarte de los albigenses occitanos, con la exigencia de que le entregaran a doscientos de los más conocidos de esos herejes que allí se refugiaban , a cambio de perdonar la Ciudad.
Amalrico era un monje cisterciense al servicio del papa Inoncencio III; su ejercito era una turba de mercenarios, duques, condes, criados, burgueses, campesinos, obispos feudales y caballeros desocupados; y los albigenses eran los más devotos continuadores de Cristo, o mejor dicho, de lo que los ingenuos creen que fue Cristo: el hombre más noble y justo que haya producido la humanidad, nuestra última esperanza. 
Así les fue, colgados de la cruz de esa esperanza terminaron masacrados. Los ciudadanos de Beziers decidieron resistir y no entregar a sus protegidos, pero por la imprudencia de unos jóvenes atolondrados la ciudad cayó en manos de los sitiadores y estos, con católico celo, se entregaron a la rapiña y al exterminio. ¿pero como distinguir a los ortodoxos  de los albigenses? La orden de Amalrico fue: "matenlos a todos ya que después el Señor vera cuales son los suyos". Y así sin distingos, herejes y católicos por igual iban cayendo todos degollados. En medio de la confusión y el terror muchos se refugiaron en las iglesias , cuyas puertas los invasores fueron tumbado a hachazos: pasaban al interior cantando el Veni Sante Spiritus y emprendían el degüello. En la sola iglesia de Santa María Magdalena masacraron a siete mil sin perdonar mujeres, niños ni viejos. "Hoy su santidad -le escribía esa noche Amalrico a Inocencio III_ , veinte mil ciudadanos fueron pasados por la espada sin importar el sexo o la edad". Albigenses o no, los veinte mil eran todos cristianos. Y así ese papa criminal que llevaba el nombre burlón de Inocencio lograba matar en un solo  día y en una sola ciudad diez o veinte veces más  correligionarios   que los que mataron los emperadores romanos cuando la llamada "era de los mártires"   a lo largo y ancho del Imperio. ¿Los hubieran matado a todos y no habríamos tenido Amalricos, ni Inocencios, ni Edad Media! ¿Que feliz seria hoy el mundo sin la sombra ominosa de Cristo! Pero no, el Espíritu Santo, que caga lenguas de fuego, había dispuesto otra cosa.l


El catarismo predicaba un retorno al cristianismo verdadero, un retorno a los orígenes del cual, decían, se había apartado la iglesia católica.
Según los textos que se han podido estudiar, los cátaros, acusaban a la iglesia católica que, desde el momento en que se convirtió en religión oficial del imperio, a finales del s. IV, había tomado el camino erróneo y se había apartado del verdadero cristianismo.
Ellos decían ser los verdaderos herederos del “Espíritu Santo” que habían recibido los apóstoles y que, por ese motivo, no tenían miedo de predicar y morir por ello.

Acusaban a la iglesia católica de ser la “Iglesia del Mal”, que lo demostraba a cada momento, con su actuación, con su opulencia, actuando como señores feudales, amantes de lo material y de las riquezas.

Para demostrarlo, ellos se apartaron de todo lo material, se invistieron de un aura de pureza, rechazando cualquier bien, no aceptando ninguna posesión, ninguna propiedad y autoimponéndose unas reglas muy estrictas.


El catarismo se basaba en una interpretación dualista del Nuevo Testamento (rechazaban el Antiguo por ser una crónica de la creación del mundo material por el falso Dios, también denominado Demiurgo). De este modo defendían la existencia de dos principios supremos: el Bien y el Mal, siendo el primero el creador de los espíritus y el segundo el de la materia.
Para ellos el mundo era una plasmación de esta dualidad en la que vagaban las almas (espíritus puros creados por el Dios bueno) envueltas en sus cuerpos (materia creada por el Dios malo). Rechazaban el concepto del Infierno, siendo el equivalente a éste el propio mundo en el cual las almas debían purificarse a través de sucesivas reencarnaciones hasta alcanzar un grado de autoconocimiento que les llevaría a la visión de la divinidad escapando del mundo material al paraíso inmaterial.
Para llegar a este estado predicaban una vida ascética y contemplativa. A los que la seguían se les denominaba «Perfectos» y se les consideraba una especie de herederos o continuadores de las prácticas de los apóstoles teniendo el poder de absolver de los pecados a través de la ceremonia del consolamentum, único sacramento en la religión catara.

La meretriz de Babilonia es uno de los personajes que aparecen en el libro bíblico del Apocalipsis, en concreto en los capítulos 17 y 18. Se asocia con el Anticristo y la Bestia del Apocalipsis por conexión con el reino de las siete cabezas y diez cuernos.






No hay comentarios:

Publicar un comentario