jueves, 18 de julio de 2013

SEGURIDAD CIUDADANA EN SINGAPUR


LA SEGURIDAD Y LIBERTADES 

PERSONALES . SINGAPUR


Singapur está ubicado en una parte del mundo donde hay gran cantidad de conflictos armados e inseguridad, muy cerca de países como Filipinas (con contínuos intentos de golpe de estado), Indonesia (con un número creciente de células de terrorismo islamista), Camboya y Birmania (guerras de guerrillas) y Tailandia, todos estos países con un nivel de inseguridad y criminalidad muy elevado, con gran cantidad de drogas y explotación de menores, así como también muy expuesto a terremotos y desastres naturales.

Sin embargo, hay que destacar que el éxito económico y el gran esfuerzo en la seguridad que se fue adaptando en Singapur, como también su minúsculo tamaño (al tratarse de solamente una ciudad estado) han hecho posible que hoy en día sea uno de los países más seguros en el mundo, con tasas de criminalidad y corrupción muy inferiores a la mayoría de países desarrollados. Actualmente, Singapur es el país del Sudeste Asiático con mayor IDH (ocupa el puesto 26 en el mundo), y todo un paraíso económico en la zona, algo así como los Emiratos Árabes Unidos en el caso de Oriente Medio. Singapur es potenciado sobre todo por la industria bancaria y un puerto que es la zona de paso de la mayoría de mercancías que van a Occidente, y por su éxito económico y unas fuerzas del orden muy fuertes, la seguridad ciudadana está muy desarrollada: si dejas la cartera en un taxi, lo más seguro es que te la devuelvan en el momento o al día siguiente; también es cosa de cada día ver bicicletas estacionadas en las aceras, atadas con cadenitas que parecen de juguete a algun arbol o simplemente bloqueando una rueda como lo que se hace con las motos, un contraste brutal si comparamos cómo hay que atar una bicicleta en Barcelona para que no desaparezca.

Las drogas también son prácticamente inexistentes aquí, siendo muy difíciles de conseguir y corriendo mucho peligro de ser detenido y metido en la cárcel en el proceso. Las penas por drogas son especialmente duras en Singapur, pudiendo recibir más de 10 años por consumo propio y la pena capital por tráfico, cosa que desincentiva mucho a las mafias a introducirse en el país (especialmente teniendo paraísos de las drogas como Indonesia o Tailandia a menos de 500 km. de distancia). Aun así, varias decenas de traficantes son condenados a muerte cada año en el país, que por cierto tiene la tasa de ejecuciones per capita más elevada del mundo.

Los delitos mayores también son castigados muy duramente, por lo que los robos con violencia, violaciones, asesinatos y cosas similares son muy raros. Los delitos y hurtos pequeños son más comunes, aunque también se castigan muy duramente y el proceso es mucho más rápido que en España. La policía está poco presente en las calles, aunque está bastante comprobado que hay un gran número de policías de paisano infiltrados entre la población, cosa que causa paranoia a algunos locales. Finalmente, hay una cantidad enorme de multas por cosas tan pequeñas como viajar sin billete, tirar basura en la calle, cruzar fuera de un paso de peatones o en luz roja (cosa que de todas formas se hace, como era de esperar) escupir o ir bebido por la via pública. Los actos vandálicos, como muchos otros delitos, pueden conllevar (aparte de la pena de prisión) el castigo por “canning”, que consiste en ser golpeado varias veces con una vara de bambú en el culo, cosa que dicen que es muy dolorosa y desagradable. El canning es otra idea introducida en Singapur y muchos otros países de la zona por los británicos durante la época colonial.

El punto negro del gran nivel de seguridad es su uso por parte del Gobierno para la censura y control de la opinión pública. Hay que decir que, a pesar de que es una república democrática, el nivel de poder y de censura que tiene el Gobierno lo asemeja más a un régimen totalitario: las noticias del país salen a cuentagotas en los medios locales, no diciéndose gran parte de las medidas que se adoptan o sucesos poco favorables para el Gobierno, como el incidente de la noria de Singapur (copia del London Eye) desde hace algunos años, cuando un fallo en el motor hizo que esta se detuviera y las personas que se habían quedado en la parte superior tuvieron que se rescatados con helicópteros; la noticia apareció en los canales de notícias de Europa, pero en Singapur no se mencionó el suceso. Hablar mal del gobierno en público también puede comportar muchos problemas, especialmente si se trata de actos opositores más o menos importantes, aunque se dice que se pasa este límite y se vigila a los individuos que critican al gobierno de forma especialmente activa. La vigilancia es total, con cámaras de seguridad instaladas en todos los edificios del Gobierno, el transporte público y muchos puntos de la ciudad, aunque también es verdad que este hecho evita muchos actos incívicos; el gran número de vigilantes de la policía infiltrados entre la población también resulta un poco incómodo, transformándose algunas veces en paranoias y creando una impresión más fuerte de lo que realmente es entre los habitantes: más de uno ha difundido rumores de desaparición de personas y cosas similares que claramente están llevadas fuera de las fronteras de la realidad.


Aunque esto tiene, sobre todo para una persona occidental, muchos puntos negativos, hay que decir que la oposición en Singapur es prácticamente inexistente no tanto por la represión y censura, sino por el éxito económico logrado por el gobierno actual en los últimos 50 años. El alto nivel de vida y seguridad ciudadana conseguido, sobre todo si se contrasta con los países del entorno, está visto con buenos ojos por la gran mayoría de la población, haciendo que haya realmente pocas cosas que criticar.


Con una población de poco más de 5 millones de habitantes, no en vano Singapur es conocida por la ciudad de las prohibiciones. Éstas son las más famosas:

Tirar un chicle al suelo está terminantemente prohibido (bajo multa de 250€); de hecho, en Singapur no están permitidos, así que no se venden ninguna tienda en absoluto.

Después, fumar está difícil: sólo se puede fumar en los lugares destinados para ello, en una especie de ceniceros enormes en medio de las calles, siempre lejos de cualquier restaurante, comercio o colegio. Según la ley singapurense, se puede fumar mientras se va caminando pero siempre y cuando “el humo no se acerque a la cara de otro transeúnte”. La multa por fumar en un lugar prohibido es de 2.500€. Tirar una colilla al suelo son 500 dólares singapurenses, es decir, 250€.

Escupir en la calle también tiene una multa de 250€. En general cualquier cosa que se desprenda de las manos o de la boca no está permitido.

Sentarse en el asiento del metro reservado a las embarazadas, ancianos y discapacitados sin serlo, también puede terminar en multa, incluso si en ese momento no hay ninguna persona con esas características en el vagón.

No se puede cruzar la calle por otro sitio que no sea el paso de peatones, ya que el atajo te puede salir por 250€.


Está prohibido transportar durians en el metro o el autobús. Los durians (nombre en inglés) son una fruta carnosa y amarillenta del tamaño de un balón de rugby. Son, definitivamente, la cosa más apestosa que jamás he olido: un fortísimo olor a podrido llega hasta 4 metros a la redonda con un solo durian. Los singapurenses están locos con esta fruta, y dicen de ella que “it smells like Hell, but it tastes like Heaven!” (huele al infierno pero sabe al cielo), además de llamarla “The King of the Fruits”. Bien, con todo este misterio quisimos probar esta pestilente fruta, y encima osamos a llevarla en el metro (no nos pillaron, pero íbamos acojonados!). Cuando se prueba por primera vez un durian, el olor es tan fuerte al acercarlo a la boca con el tenedor que hay que taparse la nariz. Una vez en la boca, hay que decir que el sabor cambia totalmente, porque está bastante bueno. Pero de ahí a llamarlo “el rey de las frutas”… Es demasiado! En particular porque luego te huele toda la habitación a basura putrefacta durante 8 largas horas. Es una fruta tan fuerte, que si comes demasiado te da fiebre. Y más serio todavía, es que hay bastante casos de muerte por mezclar alcohol y durians (así que no se puede beber después de haberlos comido!!). Después, la recomendación de los singapurenses es beber agua con sal para bajar la temperatura del cuerpo, y además eso hace que se te quite el olor de la boca. En fin, los durians no tienen una multa fija, pero llevarlos en el metro te puede meter en problemas. Sin embargo, los puestos de durians están en plena calle y suelen ser el puesto más repleto de gente en todos los mercados, con su consiguiente peste alrededor.

Ni que decir tiene que en Singapur, la posesión de una minúscula cantidad de droga supone el ingreso inmediato en prisión, y si dicha cantidad sobrepasa un cierto límite, supone la pena de muerte.

Como pude imaginarse, Singapur está impecablemente limpio. Es una ciudad tan aseptizada, que ni siquiera hay insectos: cada cuatro horas se fumigan las alcantarillas (con un sistema automático) que mata a todo lo que se menea. Así que en Singapur, aunque parezca un sueño, las cucarachas no existen. La comparación con la India puede visualizarse bien: a la entrada de Singapur, básicamente me quedé como cuando a un conejo le pones las luces largas. D-I-O-S. Es un mundo aparte.





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