miércoles, 21 de agosto de 2013

ETERNO JOSE MARI


Más de un millón de tontos podrían curarse



Un equipo de científicos de la Universidad de Deusto podría haber descubierto la causa por la que el expresidente Jose María Aznar lleva pronunciando frases poco acertadas por todo el mundo desde que salió del Gobierno en 2002. Al parecer, una curiosa mutación de las neuronas fusiformes, que las haría reaccionar absolutamente al revés que las del resto de la gente, sería la razón de esos despropósitos. Estas neuronas mutantes, explican los científicos, tienen la particularidad de reaccionar de manera poco convencional cada vez que el individuo necesita establecer una premisa o elaborar una frase lapidaria de más de cinco palabras. 

En ese determinado momento, las neuronas afectadas, en lugar de transmitir la orden al cerebro, salen disparadas hacia los pies de la persona y permanecen allí un buen rato sin que se sepa todavía el motivo exacto. Pasado ese periodo de tiempo, las neuronas mutantes vuelven a subir por la arteria principal para dirigirse al cerebro y entregar la orden de habla. Pero según creen los responsables del hallazgo, durante ese recorrido hacia el cerebro, las neuronas mutantes podrían detenerse a “charlar” con otras células de las rodillas, el aparato genital, el hígado, los pulmones, etc, y sería entonces cuando el mensaje que han de transmitir se vería influenciado por los diferentes puntos de vista de esos órganos, principalmente del aparato genital.

Eso explicaría episodios de naturaleza tan absurda como la ocasión en la que Aznar habló en castellano con acento de Texas, o cuando desafió a la Dirección General de Tráfico afirmando que sólo un expresidente de gobierno sabe cuanto alcohol en sangre necesita para conducir.

 El experimento, realizado con quince cotorras australianas durante más de un año, se amplió más tarde con la incorporación de siete chimpancés con el objetivo de intentar descubrir también el modo en que Aznar es capaz de pronunciar palabras sin apenas mover la boca. Después de seis meses de ensayos, los siete monos dejaron de comer y entraron en depresión mientras las cotorras empezaron a sostener afirmaciones muy similares a las del ministro Wert.

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